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 Cronicas Pardas

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LiderPardo




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MensajeTema: Cronicas Pardas   Cronicas Pardas I_icon_minitimeSáb Nov 05, 2011 3:30 pm

Capitulo I (Avivando y dando lucro, al arte de la conflagración)


Lamenta no poder llorar.

Tal vez se deba a que la pena es tan grande, y las lágrimas son tantas, que dejar salir una sola implicaría nunca detenerse.

Y medita sobre su destino mientras las cenizas de lo que alguna vez fue hermoso se escurren por sus manos, analiza cada momento de pena que alberga su corazón con paciencia mientras intenta ignorar el hecho de que lo están quemando por dentro. A su alrededor no hay solo cenizas, también hay destrucción, muerte, derrota, y cubriéndolo todo como un manto de pesada oscuridad hay una inmensa tristeza por aquello que se ha perdido y que el mundo no conocerá jamás.

Y recuerda sus inmensos avantrenes en un ímpetu logístico que rivalizaría con los grandes ríos, donde cada piedra, cada rama, cada hueso y cada gema existía formando una coreografía perfecta de creación, donde ningún elemento estaba fuera de su alcance.

Recuerda como lentamente fueron cambiando su valor las palabras, “aliado” se convirtió en “amigo”, “clan” fue “hermandad”, “diferencia” se hizo “potencial” y “dolor” simplemente dejo de mencionarse.

Recuerda sus horas de soledad en un mundo hostil, y la voluntad perenne de lograr un camino sobre lo intransitable que impulsaba sus actos como un narcótico, avivando y dando lucro al arte de la conflagración.

Recuerda con orgullo sin fin sus humildes inicios, siguiendo a los grandes, a los que a sus ojos eran omnipotentes a los confines de la tierra, donde con paciencia sin fin lo entrenaban, soportaban sus errores y lo toleraban cuando se equivocaba, no cuando se equivocaba poco porque eso es fácil, sino cuando se equivocaba mucho e irremediablemente. Donde le enseñaban uno a uno los secretos de un mundo que nunca dejaría de descubrir.

También recuerda, porque hay cosas que nunca se deben olvidar, a aquellos que se fueron en busca de un futuro mas prometedor a integrar otras filas, y sabe muy a su pesar, que hoy se sientan sobre las cenizas de lo logrado igual que el; y donde quiera que estén, reza a Maphr por sus destinos mientras se permite soñar por un instante que ellos harían lo mismo si lo recordaran.

Y por momentos se deja llevar por el recuerdo de lo que fue y una sonrisa intenta escapar de sus labios para morir inmediatamente, condenada a no existir por la intensa realidad del dolor.

Entre las cenizas, reunidos en círculo, aquellos que alguna vez se llamaron a si mismos dioses, pero que siempre se mostraron orgullosos del titulo de “amigo”, lamentan sus perdidas y maldicen su destino.

¿A quien culpar?, ¿Dioses oscuros conspirando en nuestra contra?, ¿Destino?, ¿Fe?, tal vez el imparable devenir de los acontecimientos no tenga una razón lógica, tal vez haya existido únicamente impulsado por su propia verdad, tal vez no este a nuestro alcance entender.

Lo cierto es que todo lo construido se ha perdido en un momento fugaz, en un clímax caótico de furia, en una destilación de entropía pura. Todo ha caído sin importar en nada cuanto esfuerzo llevo su edificación, los salones, las glorias, las armas y armaduras, los avantrenes logísticos, los inmensos tesoros que opacaban las fortunas de los reyes, los reyes y sus fortunas junto a sus ejércitos y sus castillos, junto a sus monturas y sus paranoias, condenados al silencio por desgracias que no causaron y que ni todo su poder podría alejar.

Porque alguna vez según recuerda (y el recuerdo va perdiendo nitidez), ellos, los pobres, los miserables, los que enfrentaban al mundo solos, los que conformaban el clan de los ausentes y sobrecargados, de los tal vez demasiado maduros para pelear pero nunca demasiado viejos para soñar, mantuvieron el frente de combate contra quince clanes superiores en numero y armamento, en equipo y poder; un poder que impresionaría al mismo Satán. Pero recuerda (y esto si claramente) que nunca los superaron en voluntad, que su coraje y persistencia no podía sobrepasarse y que luchaban arrojándose contra las líneas enemigas una y otra vez sin cejar en su esfuerzo. Luchaban mas por creer en la utilidad ética de luchar hasta morir que por fe en lograr algo al respecto.

El crecimiento de los últimos tiempos, tal vez presagiando el final, los llevo a incrementar sus actividades de reclutamiento y forja de armas de alto poder, crecían en numero y equipo pero nunca dejaron que ese crecimiento les robara el espíritu; cada nuevo recluta comprendía al ingresar que esta organización exigiría algo que ninguna otra le pediría, que aquí, entregarían el corazón y actuarían con nobleza, que aquí aprenderían acerca del valor, de la amistad y del respeto. Que aquí al fin y al cabo, las palabras cambiarían su significado.

Deja de analizar su dolor y sus perdidas cuando se convence de la inutilidad del esfuerzo, al fin y al cabo siempre ha sido un constructor, un forjador de armas, un proveedor de herramientas de violencia, un conductor de la ciencia en los caminos de la muerte. Su misión en este mundo, fiel a su raza y a sus principios, ha sido la de fabricar, espadas, escudos, destinos; “los enanos siempre han caminado su propia senda” se dice mientras mira las cenizas que continúan escapando de sus manos, “siempre la han fabricado cuando dejo de existir”, “perforamos montañas y cruzamos ríos”, “derribamos fortalezas que se nos oponen y de ser necesario, arrancamos las escamas a los dragones”

“La muerte de un mundo para nosotros… no es mas que un tropiezo.”

Al final deja de manosear las cenizas y se acerca al circulo de amigos (el clan, al menos oficialmente, ya no existe) lo suficiente para que lo sientan cerca pero sin dejar que se vea su dolor, justo a tiempo para escuchar a su líder explicarles: “Esto no ha acabado, esto recién empieza. Este mundo ha muerto y tal vez nunca vuelva a vivir. Pero hay otros mundos señores… otros mundos. Y hemos de escribir nuestra historia allí”
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MensajeTema: Re: Cronicas Pardas   Cronicas Pardas I_icon_minitimeSáb Nov 05, 2011 3:31 pm

Capitulo II: La Forja


El sol que se filtra a través de las nubes del nuevo mundo besa el bravo perfil del enano que limpia la sangre hedionda de su primer presa, jóvenes y traviesas criaturas, demasiado pesadas para volar a pesar de tener alas, revolotean como gallinas que pasan sus horas molestando a los habitantes de su pequeña pero orgullosa villa.

Acaba de tomar una vida y en el instante en que su mente lo comprende una fugaz nota de culpa lo embriaga. Demasiado fugaz como para preocuparlo, por sus manos ha corrido mas sangre de la que puede recordar.

Pero lo que llama su atención es el hecho de que esta vez es sangre y no cenizas lo que se escurre entre sus dedos, esta vez es vida y no muerte lo que lo rodea, por momentos se siente joven de nuevo como si acabara de comenzar su vida y nada tuviera que temer.

Arranca la gema robada de las manos inmóviles del monstruo caído y la contempla a la luz del sol mientras pequeños reflejos azules nacen de ella y van a morir a la nieve que cubre todo lo que existe en el lejano reino de los enanos, sumergido en las montañas como un delfín en el mar.

Se dirige a visitar su villa, con el corazón contento por haber cumplido su primera misión y la mochila con uno de sus primeros premios piensa en su futuro, más prometedor ahora de lo que jamás podría haber soñado en el viejo mundo. Sus avantrenes esta vez serán no gloriosos… celestiales.

Y piensa en la forja, el lugar donde ha nacido, su cuna, su estancia y su sepulcro. Su herencia como enano y su razón de ser.

“La forja es el altar de todos los Dioses.

Es la esencia misma de la voluntad divina.

En ella los hijos de los Dioses hacen aquello para lo que fueron creados: Fabrican su destino.

Porque cuando los Dioses crearon al mundo y a sus razas, les dieron brazos fuertes, mentes inteligentes y voluntad, quisieron que cada una se hiciera un lugar en el mundo, modificaran su ambiente y lograran imponer su existencia sobre una geografía absolutamente hostil y salvaje.

Sin importar donde haya nacido la idea, o la necesidad que la haya causado, lo cierto es que todos los esfuerzos por hacer de este mundo un lugar mejor tienen su primer atisbo de existencia en los talleres enanos, en la forja.

Allí nace la espada que atraviesa el corazón de nuestros enemigos, la jaula que encerrara a nuestros prisioneros y las cadenas que transportaran a nuestros esclavos, allí nace el clavo que sujeta nuestras casas, el arado que hiere la tierra para hacerla producir, la armadura que protege al guerrero, la flecha que nos da caza y la joyería que embellece a nuestras mujeres.

Más allá del ruido de los mercados, como la nota del dolor en el preludio infernal del nacimiento, siempre se escuchara en las ciudades el martilleo constante del herrero, del creador. La forja exige nervio sereno, músculos tensos, mente despejada, para urdir con los cálculos la temperatura de los hornos, para prever el golpe maestro del filo perfecto, para obtener en medio de infiernos ardientes y con precisión de ciencia matemática la exacta composición de las aleaciones y el certero diseño del instrumento.

En ella se combinan la ciencia, la fuerza y la voluntad. Los tres regalos de los Dioses a sus hijos. Solo allí, en el calor y el esfuerzo constante los dueños de este mundo defienden palmo a palmo el titulo de tales.

En la forja la fe se convierte en verdad, las ideas en acción, la teoría en practica, la incertidumbre en ciencia, y todos los deseos de un mundo mejor, de una vida mas digna y civilizada, de seguridad y progreso, ven la luz por primera vez bajo los golpes titánicos del brazo de un enano.

En oportunidades,(y aquí la furia le llena el pecho de mil promesas de venganza) cegados por una gloria tan vana como fugaz, algunos miembros de las otras razas que pueblan el mundo, menosprecian el trabajo de los enanos, tildando sus esfuerzos de manifestaciones puras de avaricia, como si su contribución al progreso conjunto de todos los seres vivos fuera un mero acto de interés comercial, como si las interminables horas de trabajo del herrero o los actos de coraje sin igual de aquellos cazadores enanos que llegarían a las puertas del mismo infierno en su búsqueda perenne de materias primas estuvieran impulsados por el vil lucro económico, la obtención sin penas ni glorias de un poco de oro…

¡Ciegos e inconcientes ignorantes condenados al silencio y al olvido! ¿A quien juzgaran sin piedad ni paciencia?, ¿Qué legaran al mundo al desaparecer?, ¿Qué sueños vacíos de gloria impulsan sus actos cuando olvidan la matriz primigenia de sus logros?, tal vez sea mejor dejarlos vivir como animales, batiéndose a muerte por un poco de comida con ramas y piedras, viviendo donde la naturaleza se los permita y vistiéndose con los restos cadavéricos de sus presas…”

Es difícil en este punto de sus pensamientos siquiera sentir el frió viento que lo rodea, el orgullo que siente por las glorias de su raza lo contiene, lo calienta, lo inflama y lo serena. Es un guerrero enano nacido en la forja de Maphr y las montañas parecen darle la bienvenida a este nuevo mundo. Mientras el hacha este afilada nada tiene que temer, y su hacha siempre esta afilada.

Y mientras cruza las puertas de su pequeño pueblo guardias armados con arco y lanza lo miran con sospecha, tan acostumbrados a cazar criminales que han olvidado el concepto de amabilidad. Y si bien envidia su fuerza no les da mayor importancia, pronto los superara.

“Los creadores enanos buscan hacer de este mundo un lugar mejor, noble empresa, pero no están solos” piensa mientras se presenta a sus maestros y observa sus aptitudes, han llegado tan lejos en el permanente camino de la auto superación que ahora se dedican a enseñar mientras atienden sus humildes depósitos y herrerías, viejos y nobles guerreros retirados. No todos dedicaron sus vidas al martillo y al yunque… ”a su lado y rivalizando en alegre y cariñosa amistad, están los enanos carroñeros, los cazadores de recompensas, los buscadores de fortunas, guerreros temibles y valientes que no buscan hacer de este mundo un lugar mejor ni modificar su ambiente. Al menos no directamente.”

“Ellos son los que alimentan la forja y sin su esfuerzo nada de lo que es… seria.

Buscan comprender el mundo, conocerlo, cultivarlo, explotar sus riquezas y valorar su generosidad, recorren las distancias que sean necesarias para llegar a los territorios mas recónditos en busca de los tesoros sin los cuales nada seria fabricado. Desde el carbón de los hornos hasta las más hermosas gemas que adornan las coronas de los reyes, ellos buscan sin pausa (y usualmente sin prisas) obtener, hallar, encontrar. Su trabajo es duro y, mas aun, interminable. Nunca habrá descanso para ellos, no hay reposo en sus planes ni habrá jamás la perspectiva de terminar. La simple mención de haber reunido lo ordenado por los jefes de sus clanes desata en ellos la esperanza de una nueva orden, ansiosos por vivir aventuras que los obliguen a recorrer el mundo.”

“En sus búsquedas han alcanzado meritos y logros sin igual, y han traído tesoros de similar valor, siendo los principales responsables de las grandes fortunas. Muchos reyes deben su riqueza a estos cazadores y algunos hasta deben sus propios reinos.”

Mira los ojos viejos del enano… no, viejos no, antiguos, reflejan una sabiduría nacida de los años envuelta en una energía que muchos jóvenes guerreros de las otras razas envidiarían, su hablar es pausado pero no débil, simple pero rico en verdades, y mientras habla… los truenos de su martillo esparcen sus voces…

Deja de meditar cuando se concentra en aprender, primero a usar sus armaduras, luego sus armas, mas adelante podrá comenzar a caminar la senda del artesano y pronto será un herrero de guerra. Conoce la importancia de sus habilidades para su clan y sabe que muchos dependen de su capacidad de crear. Debe aprender rápido y bien si quiere servirles de algo.

Además, los caminos de gloria que pretenden caminar esta vez estarán poblados de guerras, no de combates aislados o de simples emboscadas donde las flechas y los hechizos decidan quien dominara tal o cual coto de caza durante las siguientes horas, esta vez el destino promete guerras grandes, al pie de los inmensos castillos decidirán el futuro no de una partida de búsqueda o caza si no de las grandes ciudades y sus gobiernos.

La guerra llegara como el terreno fértil que siempre fue para probar nuevas armas y tecnologías, hechiceros poderosos confrontaran sus poderes mágicos e invocaran criaturas mitológicas mientras el, desde sus avantrenes podrá ver en acción las armas nacidas de su forja cuando estas cobren sangriento tributo de sumisión a quien las desafié. O podrá subir a sus inmensas maquinas de asedio y darle una nueva dimensión a la palabra caos.

Mira el valle que tiene ante sus ojos mientras el viento helado trata de penetrar hasta sus huesos, en sus bosques viven sus primitivas existencias algunas tribus de orcos y goblins que se dedican al robo y el saqueo.

Acaricia la maza de combate y se acomoda a su peso, Ajusta el escudo y las correas de la armadura como lo ha hecho miles de veces y repasa mentalmente el contenido de su equipo.

Y mientras se lanza a la carrera a recorrer los bosques en busca de presas frescas y siente la adrenalina inundar sus venas, una sonrisa logra al fin escapar de sus labios.

La primera en mucho mucho tiempo.
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MensajeTema: Re: Cronicas Pardas   Cronicas Pardas I_icon_minitimeSáb Nov 05, 2011 3:32 pm

Capitulo III (Ciencia y Muerte)



Ya es demasiado tarde para intentar cambiar el rumbo de su existencia. Mas allá de que siempre supo en su corazón que su camino era intangible, la confirmación de su jerarquía de artesano llena su corazón de la añoranza que poseen los viejos cuando relatan su niñez, y de la euforia de los jóvenes ante el primer beso.

Hoy se siente inmortal, omnipotente, vivo, desafiaría al mismísimo Antharas si este se cruzara en su camino. “Por suerte para el” Piensa mientras camina por la plaza mayor “No sale mucho de su cueva...”.

Hasta podría decir que se siente bello, pero esto seria si el reflejo de su rostro en cada charco no lo demostrara en un error cada vez que lo intenta, su raza tiene miles de virtudes biológicas, pero siempre pensó que Maphr había descuidado el aspecto estético de sus varones, tal vez demasiado enfocada en sus damas, tal vez era su manera de mantenerlos separados de las otras razas, conciente del valor que le daban a la apariencia los humanos y los elfos, o simplemente se había quedado sin ideas a la hora de crearlos, dando origen a la costumbre enana de usar barba siempre, sin importar status social, edad o clima. “Es preferible ver una bien cuidada y peinada barba que la grotesca reunión de rasgos que los enanos llamamos cara.”

Sin embargo y a pesar de sus obvios defectos hoy no existe forma de aplacar su buen humor ni sus ansias de entrenamiento, además, una ciudad grande ofrece un sin numero de oportunidades económicas y la posibilidad de admirar a las hermosas señoritas de todas las razas que pasean sus encantos por las calles, concientes o no de su belleza. Descubre que, en este mundo como en cualquier otro, existe gente dispuesta a pagar para que otros hagan su trabajo, y si trabajo sigue significando dinero, y dinero sigue significando oportunidades entonces tal vez su jefe de clan no estaba tan equivocado al traerlos a esta tierra.

El día brilla con fuerza mientras el sol anuncia su presencia con energía y luz. Casi parece un lindo comienzo…

Pero si los dioses gustaran de la generosidad el mundo no seria lo que es, y con solo salir de las ciudades el clima de peligro vuelve a hacerse espeso, ¿que clase de poder se necesita para imponer el orden en un mundo donde los reinos poco son mas que dibujos en los mapas?, ¿donde permanecen aun fracciones de combate de viejas guerras?, ¿donde humanoides blasfemos gobiernan sin freno un terreno casi ilimitado?

Han llegado a sus oídos rumores de grandes tribus de orcos que, separados de sus hermanos mas civilizados han establecido campamentos por toda la tierra, algunos, enfrascándose en guerras y otros tratando de fundar sus propias naciones.

“Como si la verdad fuera universal, cada tribu y cada cultura impone sus creencias a punta de lanza en un esfuerzo siempre efímero y nunca olvidado de lograr poder. ¿Es que acaso no logran comprender que el poder no yace en la fuerza?, ¿Qué las armas son herramientas y no fines en si mismas?, ¿Qué están condenados a morir en las profundidades del mar del tiempo como todos los demás mortales?”

“Pero no importa” decide mientras planifica su próxima cacería, “Quizá deberíamos preocuparnos mas por lo que hacemos con nuestras simples vidas ante los ojos de nuestros dioses que por el destino de otras culturas”, “No creo que Maphr me juzgue por lo que hagan los reyes, aunque es probable que si se preocupe por el uso que le di a mi forja”

Aun así y a pesar de tan oscuro porvenir, caen bajo su hacha uno a uno los seres que decide cazar, no encuentran salvación los animales salvajes ni las bestias, son abatidos por igual dragones, demonios, Ángeles y humanoides, muerden el polvo frente a su presencia hasta los herederos de los Gigantes con quienes siente una profunda simpatía, conciente del lazo común que los une como hijos y descendientes de la mas poderosa raza que haya habitado tal vez el mundo. Ellos como sangre y carne del pueblo que desafió a los dioses en guerra abierta y el como simple estudiante de todo el inmenso conocimiento que dejaron atrás.

Y mientras caza, sus brazos crecen fuertes y sus manos se hacen precisas, sus conocimientos avanzan con cada día que pasa y siente un cosquilleo en todo el cuerpo cada vez que su salud aumenta y su espíritu mejora. Pronto podrán sus maestros enseñarle a construir maquinas de combate y solo imaginarlo le llena el corazón…

Así que cuando el momento llega poco puede hacer para contener su emoción, entre palabras mágicas (las pocas que puede usar su raza), y esfuerzos espirituales lo crea, lo forja, lo construye, lo invoca. Es una maquina diseñada para el combate cuerpo a cuerpo y distancias próximas, es un esfuerzo tecnológico y científico creado para matar. Es ciencia y es Muerte en un mismo elemento.

“Es hermoso” piensa cuando lo ve por primera vez y de inmediato se arrepiente de la palabra, no es hermoso, en realidad es grotesco, parece haber sido armado con los restos miserables de una vieja herrería, componen su cuerpo piezas olvidadas de viejos proyectos, pero es útil, “y por suerte no es mas alto que yo…”

El pequeño golem mecánico se balancea entre un millón de chillidos y sonidos metálicos, en su interior protegido por una armadura ligera guarda dos de los mayores orgullos de la tecnología enana, un corazón mecánico regalo de la ciencia de los Gigantes, y un pequeño cañón que sin superar a un arco en alcance, nunca viene mal para alcanzar a aquellos objetivos que, huidizos y esquivos, crean que la distancia pueda salvarlos. Su ingreso al arsenal enano marca un antes y un después en su vida, ya no esta solo y quienes quieran enfrentarlo deberán primero recibir doble dosis de hacha y martillo antes de llegar a el. “Solo tiéntenme a lanzarlo al combate…” Y el orgullo inflama sus ojos “Y no quedara suficiente de mis enemigos para alimentar a los cuervos…”

El siguiente paso es (y con cada presa que se suma a su cuarto de trofeos se acerca un poco mas) tomar el camino largo y penoso que lo llevara a graduarse como herrero de guerra, como conductor logístico, como comandante de trenes de campaña. Si bien las pruebas a pasar no lo asustan ni lo molestan, sabe que el proceso es largo y asfixiante y probablemente deba enfrentar la codicia de sus evaluadores y realizar tareas poco dignas de un soldado. Aun así, la promesa de conocimientos y la capacidad de fabricar las armaduras que protegerán los pechos de sus amigos bien vale cualquier esfuerzo.

Es una cuestión de orgullo, de dignidad profesional, de honor. Su forja debe estar a la altura de las necesidades del clan. Mas allá de cualquier esfuerzo o sacrificio tiene que estar listo cuando el momento llegue, y teme en más de una oportunidad que la situación lo supere y falle allí, donde el, el creador, el señor de la forja y sus logros, no debe y no puede fallar.

Pero si no falla, si logra las herramientas de destrucción, entonces… “Esto recién comienza” maldice cuando los números inundan su mente y los cálculos apresurados de los infernales esfuerzos por venir hacen crujir su cerebro, “El maldito elfo tenia razón, la historia del clan… acaba de comenzar”





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MensajeTema: Re: Cronicas Pardas   Cronicas Pardas I_icon_minitimeSáb Nov 05, 2011 3:32 pm

Capitulo IV (Reuniendo a las tropas)


Siempre lo sorprendió el dominio de la magia que tenían los elfos, capaces de concentrarla de manera tal, que seres sólidos y semiconscientes surgían de sus conjuros.

Este unicornio en particular, blanco como el marfil y vistiendo sendas cadenas en su brida, lo mira con ojos vacíos y ausentes mientras una atroz simulación de relincho escapa de su boca, “Podrían haber creado dragones con su magia” piensa mientras por un instante cree leer la mirada de su creador los ojos de la criatura, “podrían sacudir los mismos cimientos de la realidad con ese poder… y en lugar de ello prefirieron jugar a crear unicornios de colores”.

Pero si la invocación esta aquí, el elfo que la creo no puede estar muy lejos, y si bien pueden controlar sus invocaciones desde gran distancia, nunca fueron buenos manteniendo un perfil bajo, no esta en su naturaleza ni en su cultura ni en sus capacidades biológicas. Son hijos de Eva, la madre de la magia, la diosa de todo lo estéticamente bello que tiene el mundo, hasta sus hechizos más violentos y sus acciones mas tristemente bélicas están cargadas con un aura de belleza inconfundible.

Sus vidas son largas, tan inmensamente largas que poco énfasis invierten en saborear el mundo, “tan absolutamente convencidos de poseer el mayor dominio de la magia en todo el territorio de la creación (y que poco se equivocan) que viven una búsqueda imperecedera de belleza, sus ciudades rivalizan con el valhalla, sus creaciones con las ideas de los Dioses… sus mujeres son los ángeles de Eva y sus guerreros son semillas de disciplina y protección. Han logrado educar a sus hijos en una cultura tan rica en ideales morales y éticos que sus organizaciones tienden naturalmente al orden y a la paz, y para proteger esa paz han buscado un control tan perfecto de las fuerzas elementales y místicas del universo que significa la inexistencia de quien los desafíe”

Por un momento el filosofo desplaza al soldado y se permite soñar con lo que pasaría si pudiera llevar maestros elfos para que eduquen a sus jóvenes, ¿Cuánto se enriquecería su cultura y su sociedad si sus niños aprendieran a describir la belleza del vuelo de un ave, un instante antes de sostener un hacha por primera vez?, ¿Cuánto mas perfecta seria su forja si además de crear herramientas de muerte, pudiera crear belleza?, ¿Podría su sociedad tolerar tales cambios sin desaparecer?, ¿O estaría condenándola a la extinción?.

Por un instante de egoísmo agradece el no tener que tomar esa decisión, disfruta de la libertad del que no manda y del descanso de quien solo debe trabajar sin mayores preocupaciones que sus obligaciones mas inmediatas.

“los elfos… seres de luz que llevan el germen de la paz en sus entrañas”… pero que los dioses lo maldigan si se equivoca al recordarlos en batalla, invocando criaturas sólidas que no se contentaban con desatar tormentas de furia si no que servían a sus amos como hechiceros, destrozando compañías enteras en implosiones de agua que trituraban los cuerpos y los dejaban caer como pájaros muertos. Magos o brujos que convertían el agua (el único elemento que existe todo el tiempo en todo el mundo) en el peor y mas temido enemigo, distribuyendo muerte como heraldos de los dioses, mientras otros levantaban a los heridos para arrojarlos una vez mas al combate como si acabaran de llegar al campo de batalla.

O guerreros, que resistían una oleada tras otra de furia y dolor como los viejos árboles de los viejos bosques que soportan la peor de las tormentas en el más absoluto de los silencios. Dueños de las dagas más rápidas, las flechas más precisas y las espadas más audaces.

Inmensas oleadas de dolor los acechaban y sin embargo encontraban en sus corazones la paz y la serenidad para cantar, y cantando ir a la batalla, y cantando formular sus hechizos.

“Tal vez cantando lloran a sus muertos y festejan sus alegrías, tal vez cantando vienen al mundo y si alguna vez se van, lo deben hacer cantando. Si cantan en las mismas ocasiones… ¿porque sus cantos son tan distintos?”

“Tal vez por eso no crean dragones con su magia” se dice mientras lo busca con la mirada, “porque son, como todos nosotros, fieles a su propia naturaleza”.

“Hijos de Eva… “ Y una larga letanía de insultos cruza su mente al mirar su cuerpo y su armadura, donde un millón de cicatrices y melladuras hablan sobre la ferocidad de esas hermosas criaturas en combate…

Y de tanto buscar lo encuentra, un elfo que lo mira desde la distancia como saboreando el momento, tiene las manos finas, un cuerpo esbelto y delgado que parece una antitesis de su regordete y achaparrado ser, un andar elegante que transmite armonía y una mirada franca de ojos muy abiertos y sonrisa constante.

“Es, cual fiel reflejo de su raza, un ejemplar único… si es que tal cosa existe”

Su reencuentro no es caótico ni circunstancial, si bien era lógico que la llegada al nuevo mundo los separara, el volver a reunirse es inevitable. Pero ya no tiene el aura de alegría inocente que antaño lo cubría, ahora, en este extremadamente corto momento, las palabras que alguna vez prometían lo inesperado y lo desconocido, solo hablan de memorias tristes, proyectos largamente planeados y muchos esfuerzos por venir. “Un simple trozo de liturgia llevado a la cotidianeidad”

Pero sucede, como suele suceder, que en el momento en que lamenta la inocencia perdida o la juventud robada por oscuros dioses y seres malditos, se observa a si mismo, en un instante eterno, llevando el nombre de su clan junto al propio por todos los caminos que el destino en sus caprichos lo haga recorrer. Es, cual lo fue en otros tiempos, en otros mundos, en otras vidas, un portador de muerte, un mensajero de esperanza, un miembro más de la organización que le da vida, lo nutre y lo protege, lo alimenta y lo impulsa.

Se siente como un grano de arena en medio de una gran playa que no seria una gran playa sin sus granos de arena y al dejarse invadir por sensaciones que lo arrastran al pasado recuerda las causas y las consecuencias de sus acciones y su preocupación por la forja renace de olvidados rincones de su cerebro con fuerza renovada.

Ahora posee una bandera (un estandarte) y su corazón blindado cruje al inflamarse de orgullo mientras aprecia cada detalle del escudo que lo compone. El campo negro que recuerda las derrotas del pasado como fuente inagotable de experiencia y conocimientos, la luna oscura que como portadora de esperanza nace de las sombras y el brillo del sol sobre su piel anunciando al mundo que podrán evitarlo un tiempo pero nunca escapar de el.

Su estandarte (su bandera) se agita con el viento y se aferra a su armadura, abraza su espíritu como una amante, muerde su corazón como un lobo. Si la mira con suficiente fuerza, todo cuanto existe cobra sentido y vitalidad. La respuesta a todas las preguntas y el final de todos los caminos.

Su clan, su patria, su cuna, su tumba. Lo único creado por mortales para ser mayor que los mortales y cuya conservación vale todas las vidas que sean necesarias sacrificar.

Y el elfo sonríe sobre su silencio porque adivina sus cavilaciones, se conocen desde hace demasiado tiempo y han cruzado juntos demasiados campos de batalla para necesitar palabras. Además, dentro de las filas de su clan, entre los miembros de una familia que nada posee fuera de su absoluta lealtad, las palabras significan poco y nada.

Caballeros acostumbrados a dejar que sus acciones hablen por ellos. Adoradores de muchos dioses pero creyentes de los mismos valores.

Lentamente y poco a poco, aquello que había muerto vuelve a la vida, sus sueños cobran energía y comprende, en ese instante de soledad en el que se suelen comprender los destinos, que si alguna vez cayeron… Fue solo para aprender a levantarse.



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MensajeTema: Re: Cronicas Pardas   Cronicas Pardas I_icon_minitimeSáb Nov 05, 2011 3:32 pm

Capitulo V (Entrenando a las tropas)


Caminan bajo un sol que esta cayendo hacia su objetivo, un pequeño valle donde antaño reinos olvidados se batieron a duelo y dejaron por siempre la impronta de locura gravada en la tierra, el líder del clan ha ordenado partidas de caza en ese lugar porque allí yacen los últimos elementos que formaran sus armaduras.

Van en parejas o caminando solos, algunos conversan con alegría y otros se abandonan a sus pensamientos, cada uno armado como mejor puede y preparado para todo. Irradian una confianza dudosa y aparentan mucho menos de lo que en verdad son.

Como parte de esa reunión de amigos derivada en partida de caza, avanzan a paso firme seres extraños, cuya mera existencia y supervivencia es poco menos que inexplicable.

“Los frutos que dan los árboles no suelen llegar a separarse mucho de su progenitor” Se dice a si mismo,”al menos que exista una voluntad superior a la del árbol y a la del fruto que ocasione cierto distanciamiento, como podría ser un animal que se la lleve a su madriguera para devorarla en paz o el ser semi pensante que sobrevive gracias a su recolección”

“Tal como los frutos de los árboles, los hijos de los dioses no se separan de la estampa personal y de la influencia de su creador, y como no existe voluntad superior a la de un Dios (los gigantes demostraron no estar a la altura de las circunstancias) no hay nada que pueda desviarnos mucho de quien nos creo”

“Al menos bajo esa consigna tiene sentido la sociedad de los orcos, feroces guerreros nacidos de los hornos de Paagrio que pasan sus días planificando conquistas y batiéndose en rudos combates en busca de gloria. Y si no están combatiendo, están lamiendo sus heridas para volver a empezar.”

“Son sus ejércitos casi las únicas organizaciones que componen su sociedad, en ellos desarrollan sus relaciones, conciben y educan a sus hijos, obtienen su sustento, viven vidas violentas y mueren como han vivido.”

“No existe para ellos la diferencia de genero ni preferencias especiales, todos matan y mueren por igual, hombres y mujeres, ricos y pobres, hijos de la nobleza y plebeyos. Codo a codo avanzan al combate los reyes y los soldados, y codo a codo caen cuando la fortuna en sus infinitos y soberbios desvaríos les da la espalda.”

“De esa manera los conductores del pueblo saben como sienten sus tropas, cuanta hambre y frió y sacrificios hacen, cuanto duelen los brazos después de horas de blandir sus armas, cuanto sangran los pies después de semanas de marchas, cuanto duele una herida, cuanto cuesta morir”

“Y así, luego de ver al rey combatir con valor e hidalguía frente al enemigo cuanto sea necesario, todos los orcos, del primero al último, siguen a su soberano hasta las puertas mismas del averno”

“Marchan unidos y cohesionados por un sistema de valores mas firme, mas estricto y mas profundo que cualquier otra raza”

“Hablan en su primitiva lengua del honor y de la gloria y sus ojos opacos se iluminan como niños, creen aun, a pesar de un mundo que intenta demostrarles lo contrario, que el peso del honor, del valor, del liderazgo, de la hidalguía, del temple, de la honestidad, del sacrificio y de la gloria supera infinitamente al del oro y las joyas”

“No poseen grandes obras de arte más allá de sus inmensas fortalezas ni grandes genios o artistas más allá de sus generales”

“Pero sus códigos de conducta, tan simples como antiguos, mantienen cohesionada una raza dedicada a la violencia y a la guerra e introducen disciplina a los portadores de la destrucción. Generan caos por donde sea que pasan pero nunca son afectados por el”

“¿Cuánta admiración puede despertar la simpleza de su sociedad y la firmeza de sus valores?, ¿Cuánto tiempo desperdiciamos viviendo en un mundo que no quiere aprender de sus principios?, ¿Cuántos inviernos habrán de encontrarnos divididos como los elfos, que hasta han modificado sus biotipos en sus ansias de separación?”

Y nuevamente el filosofo lucha contra el soldado por ganar un lugar en su cerebro y soñar con lo que pasaría si su sociedad, aquella en la que nada es gratis y en la que todo tiene un precio, pudiera pensar con la simpleza y la humildad del orco que nada posee fuera de su honor y que nada espera del destino mas que conservarlo.

Cuanto se enriquecería su cultura y cuanto se beneficiaria su sistema de valores si la palabra de honor de un mercader enano pudiera valer lo mismo que la de un guerrero orco.

“¿Y que esperan del destino estos dos?” se dice mientras mira a los hechiceros orcos que integran su clan y motivan sus divagues, seres de miradas carnívoras y tez verdosa que pronuncian hechizos paganos en lenguas ancestrales.

“Nada” es la respuesta, porque fieles a su raza y a las tradiciones de su clan, mas que esperar, están preparándose para arrancar de las manos del destino la gloria y las victorias que el mundo posea sin escudarse jamás en el azar.

Son soberbios, magníficos, elegantes. Miran el mundo con altiva prepotencia porque saben que ellos más que cualquier otra raza poseen el favor directo de su Dios. “¿Quien tendrá el valor de hacerles frente si el mismísimo Dios del fuego marcha a su lado?”

Desde el día de su nacimiento han sido entrenados como buscadores de violencia y sacerdotes de su Dios, brujos educados en artes tan antiguas como el mundo que con simples palabras convierten a sus aliados en dioses de la guerra, y a sus enemigos en polvo y sombras.

Y es de la mano de estos seres que el clan marcha, unido o fragmentado, a recorrer campos de batalla ancestrales donde los restos impíos de sus victimas aun caminan con pies terrenales, en la búsqueda de los elementos primarios que permitirán a su forja crear armaduras y armas.

Buscan y cazan a quienes, derrotados por enemigos que han encontrado la paz hace tiempo, merodean en un mundo que ya no tiene lugar para ellos, descargando sus inmensas frustraciones en todo ser vivo que encuentran, en un intento vano de calmar su dolor.

Y mientras los acechan, se da cuenta de que los entiende de un modo que no se atreve a confesar porque mas de una vez a sentido la necesidad de calmar su furia ahogándola en violencia, entre sus cráneos putrefactos brillan ojos llenos de lagrimas nunca lloradas que le recuerdan que él también tiene causas que las motivan. Si los muertos pueden aun llorar por su pasado… ¿Es acaso indicios de que la paz nunca llegará a sus puertas?, ¿No es en el Hades donde el dolor deja de existir?, ¿Quién podrá calmarlo si ni siquiera quienes habitan en las tierras de Shilen dejan de llorar sus penas?

Mira los ojos vacíos de sus presas y siente la cordura abandonarlo y la esperanza morir con ella, y sacude su cabeza para ahuyentar tales pensamientos mientras la partida de caza se despliega en formación de combate y comienza con el largo proceso de exterminar a las criaturas atrapadas.

Trata de no olvidar su lugar en la partida y se sumerge en la vorágine de destrucción que han desatado antes de que alguien note sus tribulaciones. “Es hora de matar, el enemigo ha de ser aniquilado en su puesto, y el miedo… es solo para las presas.”

Y entre las sombras de un atardecer que se muere, se escuchan los susurros de ultratumba que anuncian la llegada de la magia, dedos largos y verdes se mueven en silencio mientras anillos de fuego y runas primitivas los rodean y preparan sus cuerpos para un clímax de poder que amenaza con nublar sus mentes.

Sus pupilas se dilatan, sus músculos se tensan, el mundo se llena de colores y sonidos que invaden sus pensamientos al tiempo que su piel se endurece y sus armas se amalgaman con sus manos para beber la sangre de sus victimas. Y los débiles y desprotegidos surgen de los abismos del mundo convertidos en semi dioses.

Y si alguna vez alguien creyó que iban a intentar recuperar lo perdido, es hora de comprender que esta vez el clan marcha en pos de algo más grande que aquello que ha muerto. Mucho pero mucho más grande.
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MensajeTema: Re: Cronicas Pardas   Cronicas Pardas I_icon_minitimeSáb Nov 05, 2011 3:33 pm


Capitulo VI (Al ataque!)


Parte I

“Cuando se da un asalto, necesariamente hay hombres a la cabeza, pero es preciso, para que se de el asalto, que los primeros mueran”

Antoine de Saint Exupery

El muro es una manifestación pura y extrema de voluntad. El NON PLUS ULTRA por excelencia.

En su absoluta simpleza, arroja al mundo un “No Pasaras” perpetuo, detrás de sus piedras arrancadas del seno de la madre tierra, los soldados cuyo deber es mantener intacta esa voluntad esconden sus cuerpos y sus temores de quienes, fieles a sus propias voluntades, intentan simplemente… pasar.

Hoy, cargados de incontenibles deseos de gloria… Pasaran.

O al menos eso les promete su jefe mientras los reúne sentados en la nieve, bajo un sol que no logra calentar sus cuerpos y rodeados de un viento gélido que en la cima de la colina intenta penetrar sus armaduras por cada grieta con la persistencia de lo ancestral y la intensidad que gana en esas latitudes.

Mira los muros grises tan altos como el cielo, (al menos desde su estatura parecen tocar las nubes), en grotesco contraste con un hermoso paisaje invernal y siente pena por las manos que invirtieron su esfuerzo en arruinar las creaciones de los Dioses.

En comparación con la belleza de la montaña, perfecta en sus imperfecciones en completa armonía con la tierra, el castillo mortal parece una burla cruel. “Nos regalaron una hermosa colina rodeada de bosques llenos de vida… y tuvimos que construir allí un monumento a nuestra propia mortalidad”

Borra pensamientos vanos de su cerebro cuando llega la orden de ataque con la facilidad que nace de la experiencia, este es su momento de gloria, su ambición mas profunda e intima, este día le pertenecerá por todos los eones por venir… “Hasta que el sol se vuelva negro y caiga del cielo como una fruta podrida…”

Muchos pares de ojos se clavan en su diminuta persona, el viento aúlla al arañar los muros de un castillo que parece vacío, su preparación progresa sin pausa, y su alegría crece de manera exponencial... hasta que la inmensa maquinaria de asedio llega al mundo con un crujir de madera y metal, su gigantesco cuerpo baña en sombras a los mortales que caminan a sus pies como insectos privándolos por momentos del mezquino calor del sol. Y el herrero sonríe como nunca lo ha hecho… “Es la llave universal de todas las puertas, es la muestra suprema del poder enano.”

Si bien alguna vez alguno de sus muchos maestros intento enseñarle que “la mas meticulosa de las planificaciones solo permanece intacta hasta el primer disparo” no es hasta que lo vive en su carne que lo aprende. Ante los ojos atónitos de quienes esperaban ver la destilación del caos hacerse real, aparece un arma inmóvil, el gigante no se mueve, no funciona, y mientras la desesperación es a duras penas mantenida fuera de su corazón su cerebro se pregunta: “¿Qué pudo salir mal?”

Algo, en lo profundo de los mecanismos no funcionó, o talvez la fuente de energía estaba muerta, o interpreto mal un número, o simplemente olvido un dato. Su mayor orgullo no es más que un montón de chatarra mirando fijamente las piedras que debería estar triturando.

Sin tiempo de analizar fallas dignas de incompetentes su jefe ordena un ataque frontal sobre las puertas, si bien los ataques frontales suelen costar muchas vidas y son el deseo de cualquier defensor, la madera de las puertas es la única esperanza de encontrar debilidad en el perímetro de la muralla.

Así que atacan, resolviendo con espadas y hechizos el problema que sus maquinas no pudieron solucionar. Y caen… caen porque son mortales e imperfectos, finitos y medibles, caen con sus cuerpos atravesados por flechas que las armaduras nacidas en su forja no logran detener, caen victimas de sus propias incapacidades, caen al romper la madera y caen frente a las defensas.

Caen mientras avanzan pero no dejan de avanzar y los defensores son barridos con la furia de un huracán, capturan uno a uno los puestos perimetrales y antes de poder comprender la vorágine de la destrucción el castillo les pertenece.

Y festejan, festejan con la alegría de los victoriosos, con la energía apasionada con la que aman los jóvenes, con vítores de júbilo y bromas de todo tipo. Organizan la consolidación y defensa de lo ganado y esperan saber si el mundo aun posee valientes que quieran desafiarlos.

Pero la fortuna, soberbia y caprichosa, juega con los mortales y sus corazones todo el tiempo, y por eso maldice cuando escucha el clarín enemigo anunciando lo que parece ser un contra ataque pero no lo es, porque el castillo y sus defensores ahora yacen muertos a los pies del muro.

No es un contra ataque, es un golpe de mano, terceros en discordia que esperaban que la toma de la posición se efectué para lanzar sus fuerzas sobre ellos, inmediatamente después de haber terminado el primer asalto pero antes de que las defensas se reestablezcan. No han tenido tiempo ni de contar los muertos.

Parte II

“El éxito en una batalla no es una cuestión de cuantos van, sino de quienes son”

Los pasillos se vuelven conciertos de desorden mientras los vigías dan la alarma, los arqueros corren a sus posiciones y descargan furia y muerte sobre el enemigo, pero no evitan que este penetre y siembre sus propias semillas de dolor entre sus amigos. La lucha se vuelve desesperada, fantasmal, flechas y espadas buscan carne; fuego, viento y agua buscan cuerpos; fantasmas y maldiciones buscan almas.

A diestra y siniestra caen fugazmente como han vivido, los curanderos y magos sanan y fortalecen al límite de sus propios espíritus mientras todo aquel capaz de portar un arma se lanza al combate buscando la garganta del primer oponente como un animal enjaulado.

Pero lenta y progresivamente son obligados a replegarse antes de poder organizar una resistencia eficaz, con muchas bajas y pocas esperanzas de resistir buscan distancia y seguridad dentro de sus salones. Los mismos donde alguna vez planificaron el primer ataque.

Los guerreros vendan sus heridas de manera veloz y desprolija sentados en el piso y sujetando la tela con los dientes, los arqueros cuentan las pocas flechas que les quedan y revisan sus arcos rogando a todos los dioses que no les falle el pulso, los magos y sacerdotes consuelan a los heridos y calman su mente repasando hechizos.

Sus heridas en cambio no merecen ser vendadas, su cuerpo es cómplice de un cerebro que fallo en su mejor momento y dejo escapar la gloria. “Habrá que desahogar la bronca en la carne del enemigo” se dice mientras pasa el pulgar sobre el filo del hacha y arroja agua en su rostro para refrescar sus ideas y frenar el calor del combate.

¡Han de contra atacar! Y tan seguro como que hay estrellas en el cielo que lo harán con tal furia y tal violencia que recuperaran lo que con justicia les pertenece de sus enemigos así tengan que arrancarles las manos.

Mientras su jefe recupera las primeras posiciones de su puesto comando y comienza a emitir ordenes, todo el clan se despliega en orden de combate buscando con ansias y hambre la puerta que si pudieron romper una vez, no se les negara una segunda. Y la atraviesan solo para encontrar enemigos del otro lado, matan y mueren en absoluta furia avanzando cuando pueden y cayendo cuando no.

Cada pasillo se vuelve un campo de batalla y cada salón un deposito de cadáveres, la esperanza parece ceder a la locura y el desorden reinante comienza a penetrar sus filas, “todo esta perdido” se escucha a si mismo decirse, “¡al menos caeremos con honor!” se grita antes de abalanzarse al estruendo de la lucha y lanzar hachazos como si su arma fuera una serpiente enloquecida.

Al final, cuando se siente desfallecer y solo espera el consuelo del descanso eterno, cuando cree firmemente que no tiene mas nada que ofrecer ni al enemigo que no deja de avanzar ni a sus amigos que caen unos sobre otros amontonando sus cuerpos como si fueran leños, escucha… ordenes!

¡ATAQUEN! Es la orden, ¡ATAQUEN CON FUERZA!, ¡ATAQUE COMO SI EN ELLO LES FUERA LA VIDA! Por momentos pierde capacidad de reacción, no comprende el propósito de mandarlos a morir inútilmente contra defensas inexpugnables… “¡El jefe ha logrado penetrar las defensas!” le grita un amigo que lo sacude para sacarlo de su sorpresa, “¡Tenemos que aferrar al enemigo en sus posiciones para que el pueda destruir su puesto comando!”

“¡Hay esperanzas!, solo hace falta creer y morir por ellas” se grita para darse valor y vuelven a cargar contra filas que se cierran para hacerles frente, vuelven a matar y a morir. Los heridos se levantan de sus lechos cubiertos de sangre y rechazan la posibilidad de no combatir, los arqueros arrancan las flechas usadas de los cuerpos de sus camaradas y las devuelven a sus dueños como heraldos de dolor, las valkirias cosechan almas sin descanso cuando la violencia recrudece, demonios y unicornios cruzan sus hechizos y se destrozan mutuamente intentando alcanzar los cuerpos de sus amos, un enemigo de antaño olvida sus diferencias y cierra filas con su clan mientras pone una legión de muertos a las ordenes de su jefe.

Y mientras observa y participa del inmenso despliegue de formas de morir que se muestra ante sus ojos ruega a Maphr que donde sea que este, el grupo de infiltrados este haciendo algo por salvarlo. Si cualquiera de los dos falla, si su jefe y su grupo seleccionado no logran destruir al enemigo en su retaguardia o si ellos no pueden obligarlo a permanecer en su puesto, todos estarán condenados a la inexistencia antes de que termine el día. “Aunque consideraría toda una bendición sobrevivir solo algunos minutos mas…”

De pronto, lo comprende, lo sabe, lo siente, allí en las profundidades del castillo su jefe ha tenido éxito, la confusión cubre al enemigo como un manto de locura en el momento mismo en que pierden el control del edificio, las primeras filas buscan seguridad en la distancia cuando caen los arqueros y los magos, fluyen a través de las heridas del muro como la sangre que se escapa de un cadáver o son arrojados desde lo alto por los nuevamente vencedores. Se repliegan a la única ciudad que les brinda asilo por mas lejana que esta se encuentre, o dejan sus cuerpos para alimentar a las bestias y dar testimonio de su derrota.

El enemigo haría un último intento ese mismo día, tratando de llegar a las puertas y dejando sangre y cadáveres al pie del muro. Un ataque demasiado tímido e indeciso para tener esperanzas de lograr algo… solo fueron practica de tiro para los arqueros.

Al final, se reúnen en la sala del trono con los sangrantes cuerpos llenos de promesas de dolor, sus corazones latiendo con la euforia de la victoria, sus cerebros tratando de procesar lo que acaba de pasar… rodean el inmenso mueble sin atreverse a tocarlo, buscan a los ausentes con la mirada, como si mencionar sus nombres pudiera lastimarlos, cuentan sus muertos y sus heridos tratando de consolar las perdidas en el valor de lo obtenido. Y ven venir a su jefe, con la melena rubia cubierta de sudor, polvo y sangre, a reclamar lo que tanto esfuerzo y dolor les ha costado.

Sube uno a uno los escalones que lo llevan al trono y en un instante de silencio se sienta. Gritos de alegría en todas las lenguas se escapan de las gargantas de los soldados de todas las razas cuando levanta la mirada y sonríe. Saben en lo profundo de sus corazones que mientras vivan lo que les quede de vida podrán decir “Yo estuve en la toma de Schuttgart, y ese día me pertenece”.

Se reúnen sobre los escalones del trono y se sonríen y felicitan, algunos pueden creerlo, otros todavía no, imaginan las historias que serán cantadas sobre sus acciones, tratan de contener el orgullo que inflama sus pechos, desean gritarle al mundo: “¡HEMOS VENCIDO Y NADA NI NADIE HA LOGRADO ABATIRNOS!”

En adelante, cuando oscuras sombras de dolor aparezcan en el horizonte, cuando el destino parezca darles la espalda, cuando todo su mundo se encuentre en el camino de la perdición, solo deberán recordar este día, y saber, que si pudieron arrancar la victoria de las manos de los Dioses, no existirá poder en la creación capaz de destruirlos.

Hoy la victoria les pertenece, mañana tal vez no. “Pero mientras sea nuestra…” se dicen entre todos “¡¡¡Vive Dios que hemos de disfrutarla!!!”


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MensajeTema: Re: Cronicas Pardas   Cronicas Pardas I_icon_minitimeSáb Nov 05, 2011 3:34 pm

Capitulo VII (La Familia)

“Cuando necesites silencio pero no soledad, me sentaré a tu lado en paz, y en silencio”

El hombre caminaba a su lado charlando alegremente y sonriendo ante la perspectiva de una casería interesante y fructífera, hablaba de su hogar en una lejana y pequeña isla donde cascadas de luz y ruinas milenarias de elfos extintos atraían gentes de todo el mundo. Compartía un poco de su vida y sus experiencias con el herrero enano en un intento de hacer más amena la tosca y petiza compañía.

En esas estaba, cuando lo borró la descarga.

El fuego impacto su cuerpo con el ruido sordo de un fuerte abrazo y su armadura de cuero crujió al calcinarse. Sus restos carbonizados se resquebrajaron al impactar el suelo y sus cuencas vacías quedaron mirando al infinito en una sorpresa eterna.

Antes de poder procesar lo que acababa de suceder, un nuevo impacto destrozo su golem de combate arrastrándolo nuevamente a su estado de chatarra original mientras lenguas de energía surgían de la tierra y lo aferraban como los brazos herculéos de un carcelero invisible.

Divisó a los tres miembros del clan enemigo casi con alegría, nada se interpondría ahora entre el y su muerte, no tendría que explicarle a su jefe la muerte del humano bajo sus ordenes y podría al fin descansar. Lamentaba eso si, las características particulares de la situación, había esperado poder morir en combate si, pero blandiendo un hacha en las puertas de su castillo con legiones de enemigos muertos en sus pies, no emboscado entupidamente en los antiguos cañones de la muralla de Argos donde lo único que le ocasionaría a sus verdugos seria algo de que hablar brevemente durante la cena.

Así que odió y deseó con todas sus fuerzas poder hacer algo para evitar morir, aun sabiendo que su vida no estaba en sus manos.

Observó la energía vaciar el ambiente y concentrarse en las manos de su enemigo, leyó en sus ojos la concentración necesaria para reunir poder, fue hasta el infierno para jalar odio y furia en un momento perpetuo de soledad amputado de sus sentidos por la aparición repentina de dos amigos, los observó por el rabillo del ojo, imposibilitado de mover un solo músculo. Sintió la fuerza en los músculos de titanio mas con el corazón que con cualquier sentido, escuchó el crujir de la madera en el esfuerzo de la tensión, y en un instante absoluto y eterno pudo apreciar la flecha mientras esta abandonaba el arma y buscaba la libertad del viento. Las garras invisibles de la gravedad trataron de aferrarla al suelo cuando partió hacia su blanco, un blanco que ya estaba muerto cuando el primer arquero posó sus ojos en el.

El hechicero que había destrozado a su amigo y a su golem llego muerto al suelo con la garganta atravesada y fue seguido de cerca por el mago oscuro que lo acompañaba, sus ropas negras apenas pudieron teñirse de sangre porque su corazón no vivió lo suficiente para ayudar a las heridas a vaciar los cuerpos.

A esas flechas las siguieron otras, antes de que el vibrar de la cuerda se desvanezca en el viento surgieron de los arcos del clan como una lluvia de verano, nacieron de sendos instrumentos de muerte en busca de un mismo pecho, entraron en la carne destrozando sucesivas capas de blindaje y alcanzaron los órganos vitales del guerrero que quedaba con la misma facilidad con la que buscaron el viento. Inocentes elementos de muerte refugiando sus instintos en las intenciones de los arqueros.

Un instante antes del impacto, el enano creyó ver una suplica de perdón en los ojos del enemigo que ahora miran muertos hacia el cielo, ¿rogaba piedad hacia un enemigo que iba a matarlo?, ¿O simplemente el atisbo de hipócrita negociación con sus dioses en el ultimo momento de vitalidad? Sea cual sea la respuesta, poco hay para mirar en esos ojos abiertos que comienzan a secarse por el viento frió, si su propio clan no lo reclama no tardara en ser consumido por las bestias dejando detrás una armadura vacía y destrozada.

Surgieron de las sombras vestidos con armaduras plateadas y blancas, los arqueros del clan, el apoyo de fuego, los cazadores de enemigos, los distribuidores de muerte a una distancia cada día mayor. Acababan de salvar su vida una vez mas, otra entre tantas.

Cuando la infantería avanza hacia el combate (y ese es su lugar cuando no hay grandes maquinas de asedio que conducir), solo hace falta mirar al cielo para ver los dragones de plata de estos arqueros protegiéndolos, buscando la carne del enemigo, debilitándolo antes del contacto con la primera línea, ayudándolo a morir.

Atrás quedan cuatro cuerpos, uno propio, tres enemigos, todos vacíos de vida, todos irreemplazables. Por momentos se siente observado por esos inmensos macizos de piedra, como si al mismísimo Argos estuviera mirando a quienes manchan su prisión de sangre.

Los tres guerreros vuelven a casa sin hablar llevando lo que queda de su amigo. El elfo no puede medir correctamente la tragedia de la muerte, el humano es quien arreglará su transporte por tierra hasta los puertos de Rune y de allí por mar, para que descanse en la isla que tanto amó. El enano sigue vivo, y más allá de la tragedia y la perdida, no deja de agradecer su suerte.

Tal vez sea su destino, encontrar consuelo a los grandes dolores de las inmensas perdidas, en la efímera y antigua gloria que emana de un enemigo caído como la sangre de un cadáver. “Sabremos asegurar nuestra supervivencia así tengamos que construirla con los huesos de quienes se nos opongan”

Así que regresa a los salones de su clan, el sudor frío del miedo comienza a secarse sobre su piel y eso lo provoca escalofríos. Basta de cacerías por hoy, sus huesos si bien jóvenes ya no son los del vital muchacho que alguna vez fue, y confía en que los hornos de su forja sabrán calentarlo.

En ella encuentra paz, tranquiliza sentidos, descansa músculos, quema adrenalina y genera endorfinas. Donde otrora los ojos brillantes de una doncella iluminaban los suyos, hoy solo existe la voluntad permanente de crear. Triste situación encontrar consuelo en un horno y un martillo como si sus manos hubieran olvidado que alguna vez supieron acariciar la piel de otra mortal.

En la puerta de la forja, recostado sobre el marco con la mirada tranquila de quienes dedican sus vidas a su Dios, el sacerdote oscuro que tiene hoy la responsabilidad de mantener su espíritu vital mas allá de los esfuerzos del taller no hace mas que mirar algún lugar del horizonte cuya importancia en la realidad no existe.

Es un ser antiguo, viejo dirían algunos, ha vivido eras que a él le han sido negadas, puede si lo desea, ser testigo del paso de los eones, sus palabras pueden romper las barreras del tiempo y del espacio y enviar a sus enemigos a lugares que se encuentran fuera de esta realidad, sus pensamientos pueden invocar los vientos de las cimas del mundo y destrozar espíritus así como animarlos. Su voluntad convierte a feroces guerreros en cerdos amputados que ni siquiera pueden mantenerse despiertos, y a atemorizados soldados reclutas en imperturbables maquinas de guerra. Su poder, creciendo día a día en las profundidades de ese cerebro oscuro y espeso como un pozo de brea, podría intimidar a los Dioses y sin embargo no ha elegido los caminos de la violencia si no que se ha conformado con la tarea sencilla, noble e irreemplazable de sanar.

¿Cuántos años los que conforman su especie han pasado en las profundidades de la tierra, escarbando montañas en una búsqueda perpetua de soledad?, ¿Han obtenido el favor de su diosa como lo esperaban?, ¿Son acaso los meros reconocimientos que a veces ella deja escapar suficiente recompensa por la dedicación de vidas inmortales a su servicio?

Espera de todo corazón (Mas por el cariño que le tiene a este amigo en particular que por respeto a toda la raza) que los elfos oscuros posean como ningún otro grupo de mortales la bendición de su diosa porque sin duda han demostrado una absoluta devoción por ella. Por seguirla y buscar su favor abandonaron el mundo hace milenios, y han pasado tanto tiempo lejos de la vida y absortos en sus estudios que han cambiado sus cuerpos y sus almas convirtiéndolas en reflejos tristes del mundo oscuro y frío en el que han decidido vivir.

Es que ha pesar de las inmensas diferencias que existen entre ambas culturas, el herrero no puede dejar de sentir respeto por el espíritu de sacrificio que poseen sus amigos de piel gris. NADA es demasiado si es por Ella, ni el calor del hogar, ni el amor de una mujer, ni la gloria del campo de batalla.

Antitesis perfecta de las rubias bellezas que con pasividad perpetua buscan el disfrute, estos magos y caballeros enfrentan sus miedos y combaten con demencial furia sin perder por un solo instante la perfección de la técnica. En sus manos descansa un talento natural para infringir dolor y causar muerte, señores de la guerra imparables como un huracán, grandes a la luz del sol, y mas grandes cuando el sol se oculta.

Puede cambiar la realidad con un pensamiento, y ahí esta… recostado sobre el marco de su puerta pensando en quien sabe que cuevas profundas y oscuras, soñando despierto con quien sabe que ojos brillantes de que princesa.

Pasa a su lado y le sonríe en un esfuerzo por ocultar lo que acaba de vivir, al menos estos salones, a diferencia de los que alguna vez ocuparon, son grandes y cómodos y se mantienen calientes por dos hermosas y ornamentadas estufas que arden día y noche. Casi había olvidado los amplios y helados salones que fueron suyos antaño, en lejanos y pequeños pueblos a orillas de un océano inmenso y generoso donde el aroma del mar y de interminables praderas lo inundaba todo. Se dice a si mismo que las cosas han mejorado y trata de olvidar lo que fue, antes de sentir la memoria de lo perdido mordiendo su corazón sin prisa ni piedad. Casi lo logra.

Así que se sumerge en la forja, en el calor absoluto de los hornos, en el altar donde solo los sabios y solo los fuertes juegan con los elementos y crean verdad, solo para ver su intimidad interrumpida… por ellas.

Mirándolo divertidas, porque siempre están contentas y mirándolo con esa sonrisa sincera (Esa que se expresa en toda la cara y no solo en los labios) que caracteriza a los enanos recolectores, revolotean las pequeñas pero nunca inmóviles enanitas que son responsables de alimentar su forja, por momentos tan irreverentes como inquietas, dueñas de un humor particular y de un comportamiento tal que hace sentir viejos a los mas jóvenes y aburridos a los mas alegres.

Así suelen ser las enanas, fuentes de euforia incontenibles que, como todos los ejemplares femeninos de la naturaleza, tienden al caos.

“Si tan solo pudiera hacer entrar en ese pensar inconstante el complejo sistema de aleaciones que hacen que una armadura sea impenetrable o que influyen directamente en los cuerpos de dureza de la hoja de una espada, tal vez lograría que se queden quietas un rato… o al menos calladas.”

Pero no sucede y la concentración lo elude, nadie dijo que seria fácil y mucho menos en tales compañías.

El problema es básicamente que en las filas de su clan las palabras no significan lo mismo, y particularmente en este caso “Diferencia” es “Potencial”, esa personalidad inquieta y avasalladora provee a las enanas de la energía necesaria para nunca detenerse. Los salones las encierran, la forja las asfixia, las ciudades las aburren.

Deben cazar para sentirse vivas, deben estar en permanente movimiento como un sistema de producción logístico de funcionamiento infinito, donde otros descansan, ellas corren y cuando sus cuerpos las obligan a detenerse planifican sus próximas cacerías.

Solo mirarlas lo abruma, solo observar su accionar diario lo agota.

“¡SILENCIO!” Es lo único que quiere gritarles mientras busca esperanzado a su jefe de clan “Tal vez el les de algo para hacer, tal vez el logre que haya orden y silencio en la forja”.

Pero nadie va a librarlo hoy de la tarea de soportarlas, tocan todo lo que encuentran y todo lo que tocan lo dejan en un lugar diferente, se comportan como diminutos agentes del caos que multiplican la entropía de sus talleres mientras preguntan el porque de absolutamente todo.

Mas allá de sus permanentes e inquietantes preguntas (nacidas mas del aburrimiento que de la estricta curiosidad científica) sobre todo aquello que ven en la forja, lo cierto es que ellas han mantenido un flujo constante de materias primas que alimento su forja como un río de sangre en la garganta de un vampiro. Han alcanzado coordenadas imposibles, cazado bestias que se creían inexistentes, muerto espíritus con golpes de sus hachas y liderado expediciones logísticas rastreando y atrapando seres mas poderosos e inteligentes que cualquier mortal.

No puede mas que admirar su ingenio y respetar su valentía, pero entre la personalidad dual de la mas joven (que siempre hace difícil saber con cual de los dos habitantes de ese cerebro se esta hablando) y el carácter de la mas grande, mas pasible de encontrarse en un humano viejo y violento que en una señorita enana, amenazan permanentemente con destruir su paz, desordenar mas aun su forja, interrumpir sus cavilaciones y por ultimo y como si todo lo demás fuera poco, invadir el ultimo pedacito de mundo que alguna vez llamó suyo.

Mira a los arqueros que ya comienzan a burlarse de su mal humor, haciendo uso y abuso de un ingenio literario para agredir que ya es leyenda, mira al elfo que sigue con la mirada lejana y sus pensamientos mas lejanos aun (seguramente dirigidos a alguna dama, no cree que al sacerdote lo preocupen las aleaciones o el filo de las espadas), mira a las enanas que siguen hablando como si las estuviera escuchando mientras saltan, corren, preguntan y desordenan… Y no puede evitar sonreír.

Ese conjunto único de seres extraños, producidos y criados por muchos dioses, desordenados, caóticos y molestos, son lo mas parecido a una familia que tuvo en su vida. Proveen energía, justifican cursos de acción, lo contienen espiritual y anímicamente y le dan cada día una razón para seguir adelante.

Mira a su familia sin dejar de sonreír, su propia y completa colección de seres únicos e invaluables mientras se pregunta como se las arreglo para existir sin ellos el tiempo que lo hizo.

Y mientras la sonrisa se transforma en carcajada y la felicidad inunda su cerebro, siente el dolor que atenaza su corazón aflojar en la mordida… Y si las lagrimas inundan sus ojos entre las risas y las bromas, nadie (cree él) jamás va a enterarse.



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MensajeTema: Re: Cronicas Pardas   Cronicas Pardas I_icon_minitimeSáb Nov 05, 2011 3:38 pm

Capitulo VIII (Cantos Fúnebres)


“Si te postran diez veces te levantas
Otras diez, otras cien, otras quinientas…
No han de ser tus caídas tan violentas
Ni tampoco, por ley, han de ser tantas”

Almafuerte (Seud. de Pedro Bonifacio Palacios) (1854-1917)


Sus maestros le enseñaron que en el universo todo tiene al menos un eje de simetría. Desde los átomos a las galaxias pasando por los copos de nieve y las espadas, las ranas que viven en los charcos y los dragones que habitan profundas cuevas, las mujeres mas hermosas y las flores mas extrañas.

Le enseñaron también que si estos no existieran no existiría balance en el mundo y que son los ejes de simetría lo que hacen que algo pueda existir sin desintegrarse.

Pero al mirar a la figura que ahora se encuentra sentada en lo alto de los muros de su castillo todas sus teorías sobre el equilibrio y el balance empiezan a tropezar.

Parece no sentir el frío, no lo molesta el viento y es evidente que los copos de nieve que se introducen en el cuello de su armadura no le representan ningún problema, sus ojos (si los abriera) no reflejarían ausencia de sentimientos sino una vida entrenando para ignorarlos. Dicen que viven por y para los Dioses del tiempo y que diseñaron su sociedad y su cultura para servirles.

Poseen rasgos élficos pero de sus espaldas surge una sola ala, no al medio sino sobre el costado, como si alguna vez hubiera existido otra, o alguna vez existirá.

Al principio pensó que eran inmortales, al menos eso le decían quienes debían saber más, pero luego supo que existían criaturas de esta especie masculinas y femeninas lo que implica inevitablemente que se reproducen y si necesitan reproducirse… es que han de morir.

En que pensaban cuando construyeron sus ciudades o que esperaban del destino al educar a su pueblo son, para el herrero enano, completos misterios de dudosa utilidad.

No poseen los valores éticos de los orcos, ni la devoción a sus dioses de los elfos oscuros (los elfos aman, estos obedecen), no son dueños de la simple habilidad de disfrutar del mundo como los hijos de Eva ni buscan con sus acciones modificar la realidad como los enanos. Simplemente existen… Y no poseen ejes de simetría…

Este medita tranquilo sobre el muro como si el mundo no existiera, ignora el clima y deja su pensar fluir mientras a su lado y recostada sobre la piedra, una espada grande y filosa descansa al fin de incontables cortes. Y al enano un escalofrío le recorre la espalda, no sabe si por el viento gélido que cubre el castillo en las noches de invierno, o por el recuerdo de esa inmensa cuchilla sacudiéndose en el aire como una bandera, insertándose en la carne y los huesos de todo tipo de seres y surgiendo victoriosa siempre.

No le gusta esa espada, no ha nacido de su forja ni de ningún taller mortal. Brilla y vibra como un ser vivo y hostil mientras grita al mundo que no le pertenece; de donde sea que haya nacido esa hoja no es de la misma naturaleza que las miles de armas que vio en su vida y solo analizar la cuestión lo pone nervioso.

Es que todo en estos guerreros engaña, sus brazos delgados son fuertes como un toro, sus dardos pequeños matan como un arpón, sus sentimientos y valores son impredecibles y a pesar de tener alas… no vuelan.

Pero comparten, al momento, este en particular comparte con el enano el frío de las almenas y la soledad, la inmensa dicha de disfrutar de lo propio y el silencio abundante de los viejos amigos que no necesitan hablar.

Hasta que son arrancados de sus cavilaciones por el orco mas antiguo y sabio del clan, se miran sin entender de donde ha salido el viejo gruñón, tal vez andaba por el castillo despierto a horas extrañas porque recuerdos de batallas que han sido y heridas que no cierran le impiden dormir, tal vez los estaba buscando a ellos en particular, o tal vez simplemente los vio sin hacer nada y decidió darles trabajo. En ausencia del jefe, es este antiguo y veterano brujo de la raza orca quien se encarga de hacer sus vidas un poco menos agradables como los perros ovejeros que ladran a las ovejas por puro placer apenas se ausenta el pastor. Mantienen unido al rebaño y lejos a los depredadores, pero eso no es consuelo para las ovejas que soportan sus ladridos cuando solo quieren mirar las estrellas y soñar con vidas pasadas y sueños futuros dejando las órdenes y demás responsabilidades en manos del destino o de alguna otra patética excusa a la propia debilidad.

Mientras se saca la gruesa manta que lo abrigaba, lamenta no tener tiempo de sacudirla para sacarle la nieve, en el interior de sus aposentos esta se derretirá y cuando vuelva estarán sus habitaciones privadas llenas de agua. Pero es mejor volver cansado y secar los pisos que arriesgarse a enojar al orco que anda recorriendo el castillo en perpetua caza de haraganes y remolones.

Parten a su destino para relevar a los cazadores que al momento acechan en los pantanos ardientes del norte de Adén, allí, entre los ríos de lava y dragones de fuego, habita una tribu de orcos tan salvajes como agresivos cuyos sabios y brujos pasan sus días extrayendo de esa geografía particular un sin numero de sustancias cuyo valor ignoran.

Tal vez crean que con ellas pueden curar sus enfermedades o fortalecer a sus guerreros, tal vez así sea, pero lo cierto es que lo que sea que obtienen de escarbar los minerales de las heridas supurantes de planeta vale tanto para ciertos mortales, que han liberado expediciones de caza de manera permanente y ofrecido recompensas milenarias a cambio de unas pocas piedritas.

Mas allá de lo valiosa que pueda ser una miserable piedra, o el alma de un dragón encerrada en un cristal que ofrecen a cambio de ella, el enano se pregunta mientras marcha que tan licito puede ser cazar a otro ser pensante.

Las enanas lo han hecho, han perseguido muchos seres a través de países enteros en orden de atraparlos, y han vaciado sus cuerpos de aquello que los hacia valiosos luego de vaciar sus cráneos a fuerza de hachas y mazos.

Pero… ¿Es que acaso la muerte tiene tanto para ofrecer?, ¿No son los orcos que han renegado de su Dios, seres dignos de vivir y con derecho a ser dejados en paz?, ¿Qué crímenes han cometido para que sus vidas valgan menos que el fruto de sus tristes búsquedas?

“No son mas que animales que hablan” le dice su amigo amputado (El sigue creyendo que allí falta un ala, no sobra), “No ofrecen ni quitan al mundo mas que un poco de oxigeno y algo de fertilizante al morir, si vivieran en praderas habitadas por algo mas que dragones enfermos no tardarían en convertirlas en paramos desolados como los que ahora habitan”

“No es que vivan rodeados de fuego y caos por propia decisión si no que es su naturaleza destructiva y bestial la que los ha traído a este lugar”

El calor es insoportable, los vapores fétidos que pueblan el aire cuelgan en sus sentidos como cadáveres, el suelo compuesto de grava y escoria cruje en cada pisada, la luz del sol compite en brillo y calor con los cursos de magma, y respiran mas azufre que oxigeno, el aire ardiendo sube deformando la visión y se hace difícil respirar cuando el cuerpo cobra con intereses cada esfuerzo, cada latido.

Bajo esas condiciones el acechar a una presa utilizando los viejos principios militares del sigilo y la sorpresa es casi imposible, para los orcos, mejor adaptados que cualquiera a ese infierno poco sucede que no llegue a sus oídos y casi se diría que el contenido de gases volcánicos del aire los hace más fuertes y sólidos. Desde el mas pequeño y joven al mas grande y viejo, todos se mueven con una agilidad excepcional y una fuerza impactante, son todos, del primero al ultimo, omnipotentes maquinas de combate organizadas, equipadas e instruidas para aniquilar todo lo que se les ponga en frente mientras sus enemigos caen victimas del ambiente o de gases inmundos y sus cuerpos son protegidos por enormes capas de blindaje.

Lo que estos orcos no saben es que enfrentan a la más astuta criatura del universo y a su arma favorita: El golem de asalto.

El golem no respira, no siente el calor del suelo ni lo molesta el brillo de las piedras fundidas porque no tiene ojos como los mortales, es fuerte, rápido, violento y desconoce el cansancio y los conceptos de moral. Su capacidad de combate es permanente y donde uno cae, otro se levanta inmediatamente para tomar su lugar.

Pero si el enano se consideraba audaz, es nadie comparado con los zorros que componen la patrulla que han venido a relevar.

El humano y el elfo enfrentan seres que los triplican en tamaño armados con hojas pequeñas y haciendo alarde de una velocidad y una destreza que el considera impensable en sus mejores días pero que en este ambiente fétido y toxico le resulta simplemente irreal. Con movimientos increíbles se mueven sobre el borde de la luz, introduciendo dagas infernales en puntos débiles de sus victimas que ellas mismas desconocían.

¿De que sirve la mas dura coraza protegiendo el pecho si una puñalada certera cercena el tendón de Aquiles y antes de que la victima llegue al suelo la hoja se introduce en el cerebro atravesando los ojos?, ¿Cómo defenderse de quien nunca esta donde es visto y nunca es visto donde verdaderamente esta?

Cuando las hojas del enemigo caen buscando matar, se entierran en la grava porque sus objetivos están ahora detrás de sus amos apuñalando su espina, la mayoría de los orcos llega muerto al suelo; algunos logran entender que están siendo atacados antes de que una herida en cualquier punto no blindado de su cuerpo les robe la vida, otros son privados de ese privilegio y mueren sin saber jamás que cayeron en combate, dejando atrás sus cuerpos mutilados y rotos sin que el dolor o la furia tiñan los rasgos de su rostro.

Tanto el humano como el elfo llevan armaduras de cuero endurecido cuya función es buscar el equilibrio entre esquivar y resistir. Sus técnicas de combate cuerpo a cuerpo son fieles a sus culturas, el elfo existe para buscar vida y orden, el humano es mas violento y cruel, ambos usan dagas extrañas y largas que, a criterio del enano, son mas obras de arte que herramientas de combate.

Los ven llegar y sonríen mientras comentan lo obtenido e informan que aun no se sienten cansados, el enano se siente asfixiado y maldice su altura mientras calcula que más cerca del suelo debe haber menos aire y busca en ello la razón por la que los exploradores no parezcan exhaustos luego de semejante actividad.

Su actitud vital y feliz lo hace sentir viejo y dudaría del tiempo que llevan en el pantano si un campo lleno de orcos muertos no fuera testigo de su incansable capacidad de matar.

“Debo abrirme lugar a hachazos entre blindaje y carne para alcanzar órganos vitales, estos inyectan muerte en una sola dosis certera de caos, y para recorrer la misma distancia que una de sus zancadas debo dar el doble de pasos” Medita mientras busca razones que lo hagan sentir menos viejo e inútil durante el tiempo que le toma ensamblar su golem de asalto, conciente de que una vez en funcionamiento, el orgullo llenara su corazón y no habrá lugar para apreciar otras virtudes.

Continúan con la faena hasta que escupen azufre y los ojos inyectados en sangre exigen dormir, mantienen sus puestos hasta que su relevo llega en la persona de una enana armada con un martillo que la dobla en tamaño y un elfo oscuro que revisa sus heridas antes de autorizarlos a volver a casa. Cuentan lo obtenido concientes de que a los ojos de su jefe será poco y seguramente les asignará una nueva misión en estos pantanos. “Si un día nos dijera que es suficiente, que esta bien, que podemos dejar de esforzarnos… es porque ha dejado de esperar la excelencia de nosotros… nos habrá perdido la fe”

Recitan hechizos simples y jamás aprendidos, y mientras el pergamino en el que estaban escritos se desvanece en el viento, la luz los envuelve para llevarlos a sus salones a descansar.

Habrá que secar el suelo de las habitaciones privadas, rogar que el agua no haya llegado a mojar la alfombra, reanimar el fuego para combatir al frió, limpiar la armadura y colocar una fina película de grasa sobre la hoja del hacha antes de poder relajarse y descansar, sentarse frente a la estufa con un libro en las manos y rendirse al sueño apenas se presente con la esperanza de viajar junto a esos ojos que alegraban su existencia y alejarse de los recuerdos infernales de la jornada. Todo eso si logran escapar del orco que según todo pronostico ha de continuar su búsqueda de mano de obra por todos los dominios del clan. “Si alguna vez se cansó de perseguirnos para hacernos cumplir las ordenes… sabe Dios que no nos hemos enterado”

Envueltos en luz poco pueden ver de lo que los rodea, pero el enano ve. Observa los ojos de un orco moribundo que se recuesta en el suelo ardiente para respirar mejor sujetando heridas que lo vacían con manos temblorosas mientras lo mira con una fijeza insípida que sin embargo no alberga ningún reproche, las hemorragias sumarán pronto su cuerpo a los de cientos de congéneres que salpican el terreno hostil que llamaron hogar, caídos sin forma ni orden a lo largo y ancho de sus tierras en un intento condenado al fracaso de no abandonarlas.

Pronto otros orcos de la misma raza y credo ocuparan su lugar y serán enfrentados por otros cazadores y aventureros en la eterna imposición de voluntades que los dioses llaman mundo, pero este que lo mira ha de morir y nunca mas caminará de nuevo bajo el sol de oro y ceniza de su país inmundo, condenado al olvido por el pecado imperdonable de existir.

El enano le devuelve la mirada sin saber que pensar ni sentir, aturdido ante pensamientos que hacia tiempo no lo hostigaban. ¿A que Dios pedir perdón por haber matado a sus hijos?, ¿A que Dios ignorar cuando todos proclaman paz y entendimiento?, ¿Qué ha de decir Maphr al mirar a su hijo si lo ve en semejantes ocupaciones?, ¿Cómo devolverle la mirada?

Lo invade la vergüenza… Y aprende a ignorarla.
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MensajeTema: Re: Cronicas Pardas   Cronicas Pardas I_icon_minitimeSáb Nov 05, 2011 3:44 pm

Capitulo 9 La Última Sombra.

“Nunca interrumpas a tu enemigo cuando esté cometiendo un error”. Napoleon Bonaparte.


El sol regateaba sus últimos rayos a un mundo cansado. Las sombras se animaban de a poco a salir para reinar una vez mas, tomaban confianza y fuerza metro a metro, invadiendo de nuevo aquello que desde siempre les ha pertenecido.
Junto a ellas, las criaturas de la noche comenzaban sus rituales de preparación, sacudían la pereza de sus músculos, afinaban sus sentidos, olfateaban el aire y si cerraban los ojos, podían sentir el mundo silencioso y oscuro, sumergido en la noche ofreciendo sus frutos al cazador.
La ultima sombra, el cazador definitivo, comienza sus rituales con paciencia absoluta. Ha nacido en profundas cuevas subterráneas donde la luz del sol no es mas que un recuerdo de otras eras, la oscuridad lo envuelve y le susurra al oído canciones que hablan del miedo fluyendo en las venas de la presa, del sudor animal que anuncia la desesperación por vivir, del momento de la puñalada final que se aproxima galopando y de la sensación, tan inexplicable como intensa, que apaga los sentidos y paraliza los músculos, cuando la sangre caliente cubre sus manos y el cuerpo muerto golpea el suelo.
Su armadura late, el cuero flexible se amolda a su cuerpo y se nutre de la sangre de la victima, aumenta sus sentidos, silencia sus movimientos, respira y se mueve con vida propia encerrada en la dualidad de poseer y ser poseída.

Al otro lado del mundo, una criatura del día se atreve a merodear la noche, ha cazado y combatido a lo largo de toda la jornada pero su corazón sobre excitado lo impulsa a continuar. Está bañado en sangre y sus sentidos aumentados por la adrenalina lo guían en la oscuridad en acecho de todo lo que vive, mas como un agente del caos que como un depredador. Los elfos no han nacido para matar si no para proteger, y cuando se desvían del camino de Eva, sus formas corruptas retuercen sus energías en impulsos asesinos que, desprovistos del respeto del cazador hacia la presa o del guerrero al enemigo, caen sobre toda criatura viviente causando solo dolor y llenan el infierno de almas inocentes.

La manada no dormía, al menos no por completo, los búfalos jóvenes se habían arrojado al suelo como árboles caídos y solo delataban su existencia por el pesado y turbulento respirar, las hembras un poco mas cautas, habían olfateado el aire de la noche por algunos minutos pero luego, agotadas de tanto comer y rumiar y cuidar a las crías de toda la manada, habían abandonado sus cuerpos a la enorme pereza y ahora solo se dedicaban a descansar. Solo el macho más grande y fuerte, el semental por excelencia, mantenía la vigilancia.
La luna bañaba el valle en plata, los grandes cuerpos proyectaban sombras aun mas oscuras que la noche sobre la hierba, la orquesta de enormes pulmones creaba una melodía triste al respirar, el silencio se unía a la luz de plata para cubrir el valle y todo lo que existía parecía detenido en el tiempo.

El elfo salió de la propia sombra del enorme búfalo, este lo vio por el rabillo del ojo y lleno su garganta de aire para alertar a su manada pero ninguna orden logro escapar, como destellos de luz estallaron las puñaladas certeras y la bestia, aunque enorme permaneció en el suelo sangrando por unos segundos mas antes de morir en silencio. Y comenzó la matanza.
Y fue prolija y fue perfecta. La daga entraba en la carne cercenando arterias y dañando órganos vitales, los primeros animales murieron sin despertar, mientras que los últimos, tal vez alertados por la ausencia de respiraciones a su alrededor, llegaron a abrir los ojos y algunos, los mas audaces, lograron a ver los ojos de la ultima sombra.

Y fue al finalizar la matanza de la jornada que la sombra sintió algo mas en la noche, ojos que lo miraban con ansias, con odio, con la indescriptible voluntad de destruir.
Es que en la más oscura de las noches y contra todo pronostico, el guerrero de Eva lo había encontrado.

¿Por qué se encontraron? ¿Qué oscura serie de coincidencias llevaron a dos seres tan dispares al mismo momento y lugar? ¿Por qué este valle entre los valles? ¿Por qué esta noche entre las noches? Quizá los Dioses no existen y el encuentro fue casual, quizá fue el odio almacenado en sus venas a lo largo de miles de generaciones, quizá fue la naturaleza opuesta que subyace en ellos, o quizá, sus Diosas respectivas habían decidido enfrentarse esa noche y purgar en un solo combate los pecados de sus hijos y el dolor que les causa su propia enemistad.

La Diosa oscura armo a su campeón con fuertes músculos y lo lleno con la promesa de su amor, Eva prometió vida y belleza mientras intento disminuir la ventaja de la oscuridad con una inmensa luna de acero cuyos rayos arrancaban reflejos negros de los charcos de sangre de búfalo, o iban a morir en los ojos vacíos de las bestias muertas, ojos que, ante el combate inminente, parecían cuestionar la futilidad de su destrucción.

Y se desato la violencia, los ojos celestes miraron al cielo y su boca cantó canciones arcanas llenas de magia, cantó como ancestrales maestros le habían enseñado y se llenó de poder mientras su enemigo lo esperaba paciente, parado entre búfalos muertos.

La espada de Eva busco a su enemigo en la noche sin encontrarlo, aumentada su eficiencia por los cantos de su amo, descargo su poder sobre sombras vacías mientras el brazo que la empuñaba se llenaba de frustración y con ella, de un poco de miedo.

Pero mas temprano que tarde encontró lo que buscaba y atravesó la armadura viviente y corto la piel de la sombra, y la sombra sintió dolor y sangró, pero la vida de un campeón de Shillen esta llena de dolor, en el dolor nacen, en el dolor se forjan, y en el dolor viven. Son los perpetuos cazadores, los que aman tanto que no pueden morir, los que niegan al sol si el sol no alaba a su Diosa, son sombras encarnadas, son dolor tangible, son, al fin y al cabo, la mas perfecta de las creaciones de su madre absoluta.

La fuerza que le confirieron los cantos se agotó como el viaje al suelo de las hojas que caen en otoño, uno a uno se apagaron sus efectos y el cansancio y el sueño atacaron juntos a su ser. Los sintió venir y abrió la boca para volver a cantar pero ningún canto volvió a salir de él esa noche, el frío acero de una daga que atravesaba su garganta lo impidió.

Sus ojos azules como el mar se clavaron en las oscuras pupilas abismales de su matador, que sostenía con el brazo firme la herramienta que lo vaciaba de vida. No leyó odio en sus ojos, no encontró el dolor que esperaba ni la desesperación que sentía, solo la fría y serena mirada de quien ha matado mucho y no ve en el acto de morir ninguna sorpresa.

La sangre élfica fluyó a través de la herida, y recorrió veloz y caliente los contornos de la daga para llegar a la armadura que la esperaba ansiosa, el dolor cesó y mientras las heridas de la sombra se cerraban, los ojos azules se apagaron para siempre y su cuerpo muerto fue a dar contra el suelo con un sonido sordo que se sumo a los muchos de esa noche.

El campeón se arrodilló junto a el y lo miró sin sentir, era uno mas entre tantos… luego llegó la tristeza junto a la comprensión de que una vida que llevaba siglos en este mundo se había extinguido y con ella todo lo que pudo haber aprendido y amado, y su corazón latió con fuerza cuando comprendió, que él, bañado por la luna y cubierto por la oscuridad, se alzaba victorioso una vez mas, que su Diosa le había regalado la vida en agradecimiento por una nueva victoria y que él, solo él, vivía para seguir cazando.

Recordó que antes del combate había pensado en retirarse a descansar, pero le pareció que debía demostrar que su vida no era vivida en vano, que ella no se equivocaba al amarlo y protegerlo, y que podía, como siempre pudo, continuar en combate.

Se incorporó, cerró el puño sobre el arma, y se sumergió en la oscuridad. Y la luna, que lo había observado todo, solo llegó a ver una sombra… La Última Sombra.
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MensajeTema: Re: Cronicas Pardas   Cronicas Pardas I_icon_minitimeJue Nov 24, 2011 9:04 pm

ENTRE BARRO DE PANTANOS Y HERMANOS MUERTOS

“En un sueño sin fin duermen con ellos
La carta de la novia prometida
Un clavel rojo en la armadura
Un ramo de laurel en la mochila.”
Coronel Ricardo Miro Valdes


Sentada en el suelo como una niña, la enana explica su plan de ataque. Se ha tomado la molestia de dibujar un plano de la fortaleza sobre la arena y sus oficiales escuchan con atención.
Ella sabe que están cansados, que han marchado jornadas enteras por pantanos pestilentes, y que han comido mal y dormido peor. Aun así, todos escuchan.
No es la primera vez que marchan a la guerra, no es la primera vez que enfrentan muros que desafían al cielo y no es la primera vez que se miran unos a otros sabiendo que muchos no vivirán otro día, que quizá es en este pantano, mirando los garabatos de la enana mientras el sudor corre dentro de las armaduras, que bromearan y sonreirán por ultima vez.
El plan suena sencillo, los informes parecen correctos, la victoria casi puede saborearse. Pero el herrero recuerda, recuerda la toma de Schuttgart y su inmenso golem de asedio mirando inmóvil el muro de piedra, recuerda el fracaso y repasa sus órdenes. Hoy es su día.
Así que la enana se detiene, se sabe entendida y se siente confiada. Habla, y su voz recorre las filas como el viento. Ordena, y mientras ordena, mil hombres forman sobre el horizonte ocultando el nacimiento del sol. Entre sus filas, caminan en igual número padres y esposos, hijos y hermanos, venidos de muchas tierras y allende los mares a defender el ideal de mundo que creen correcto.
El miedo, con su capacidad única de convertir a los hombres en bestias, hace presa en sus corazones como un león hambriento mientras les susurra al oído todo aquello que no quieren escuchar, y les habla sobre el dolor de las heridas, el horror de las mutilaciones, el silencio de la muerte, y el hambre y la soledad de las familias que han dejado atrás.
Pero no han venido a morir sino a matar, a gritarle a los cielos que son hombres libres, a brindar con los dioses una copa de furia en honor al regalo de la vida y el calor de las pasiones.
Y el clarín, esa eterna campana de gloria que acompaña a los soldados llorando sus muertes y festejando sus alegrías, continúa invitándolos al combate como un gallo que ha perdido las esperanzas en el amanecer y solo quiere llorar su tristeza.
Y sucede el choque, las esperanzas terminan, los odios salen a la luz y la copa de furia colisiona con la voluntad de los cielos en un inmenso clímax de caos y entropía. El mundo se vuelve infierno, la sangre golpea el suelo, y a lo largo y ancho del mundo, cientos de esposas y madres sienten en lo profundo de sus corazones que se han quedado solas.
Y el enano avanza, sumergido entre guerreros que lo duplican en altura, esquivando a la muerte en cada momento, escuchando los gritos de la enana que los mantiene unidos y los lleva hacia adelante a pesar de saber que dar órdenes la hace el blanco perfecto de los arqueros que buscan sin descanso a los lideres. Y los hombres caen con sus cuerpos atravesados por las flechas y otros hombres los reemplazan, y continúan avanzando hasta que las defensas caen y la puerta colapsa junto a sus defensores con un crujido que suena a gloria.
Sin pensarlo, atacan la torre que sirve de refugio a los arqueros, atacan con odio, atacan en el nombre de aquellos camaradas que han quedado en el pantano, acribillados y sangrantes, heridos o condenados, muertos de todas las razas. Se sirven la sangre y la carne de los arqueros en un festín de violencia, suben piso a piso matando y muriendo, como si la sangre del enemigo pudiera devolver la vida a los caídos y arrojan desde lo alto a quienes se rinden o son capturados. El comandante de la torre es arrojado por último, el ruido sordo de su cuerpo al golpear el piso es el grito de gloria que anuncia la victoria.
Pero el enano tiene otras preocupaciones, sin detenerse en matanzas, se dirige raudo a su objetivo, debe desactivar las maquinas que mantiene al puesto comando enemigo fuera de su alcance, es él, el especialista en maquinarias de guerra, el que mas oportunidades tiene de cumplir esta misión.
Es SU misión, y en el nombre de esa misión “matare lo que deba matar” se dice. Y se recuerda sus propias lealtades cuando ve, que cuidando las maquinas, hay un grupo de enanos armados con armas extrañas y vestidos con la determinación de quien ha decidido morir en su puesto. “Mi raza es mi clan” se dice, y espera que Maphr lo entienda…
Ataca y los enanos lo cubren de fuego, siente el calor sobre su piel y sus piernas se quiebran mientras el oxigeno a su alrededor se consume; no quiere morir, así que ataca con un alarido de furia maldiciendo a los dioses en nombre de lo no vivido.
Pero no esta solo, nunca lo estuvo, sus camaradas lo rodean enviando bestias inmensas y lluvias de muerte sobre los defensores, mueren en silencio o matan y lo ayudan a seguir. Se encarga de las maquinas casi de manera instintiva y cuando termina se une a la tropa que recorre la fortaleza en busca de los comandantes.
Los encuentran en sus puestos de comando, los bañan de fuego e insultos, estrellan oleada tras oleada de guerreros contra sus armas, insisten en buscar una oportunidad de matar.
Y los matan, uno tras otro caen donde combatieron, ninguno se rinde, ninguno pide clemencia, ninguno muestra debilidad. Casi tan valientes como ellos mismos.
El enano respeta eso, sangre de valientes se ha derramado, sangre de patriotas.
La enana arranca el pesado mástil de la bandera y les grita que la sigan. ¿Cómo no seguirla?, ¿Cómo resistir la tentación de correr tras ella como enloquecidos?, ¿Cómo pensar en las heridas o el cansancio? Allá va, corriendo con la bandera del enemigo en lo alto, gritando ordenes mientras soldados matan y mueren a su alrededor, defendiéndola con sus cuerpos, recibiendo en sus pechos las lanzas y las flechas, muriendo en su nombre y en el nombre de lo que ella lleva, ofreciendo sus vidas como tributo supremo a su valentía. No quieren vivir en un mundo sin gloria, no conocen ni quieren conocer mas amor que el de su bandera, ni mayor pasión que la que sienten por su clan.
Todos se suman a esa carrera contra el tiempo y los dioses, y aquellos que han llegado al final, esos cuyos cuerpos no han quedado en el camino como prueba de su valentía, la observan colocar su propia bandera en el mástil. Entonces, solo entonces, se permiten sangrar y sufrir.
El dolor aparece, el cansancio y las heridas cobran su precio, los pulmones arden y la carne se vuelve fuego. Pero nada importa, la fortaleza les pertenece y su bandera flameando desde lo alto anuncia a las naciones del mundo que ellos existen.
Combates aislados salpican el lugar, uno a uno los focos de lucha se apagan y los defensores que aun quedan aceptan rápidamente ponerse a su servicio. Son mercenarios, siempre lo han sido, y en orden de cobrar, deben seguir vivos.
Pero el enano no, su clan no, su precio es la gloria, su precio es ese grupo de seres distintos que conforman su clan, su precio es su patria, su cuna y sepulcro.
Observa el terreno lleno de cadáveres y lamenta las perdidas, se permite un momento de soledad mientras la enana incansable ordena las tareas de defensa y reconstrucción, cuenta los muertos, sus muertos, uno a uno, los recuerda valientes y patriotas, los recuerda como soldados, como seres de fe, de armas, de familia. Su momento de silencio, de respeto a los caídos, “hay mucho dolor en el mundo hoy” se dice, “mucha soledad…”
Después, solo después, se acerca al puesto comando a recibir órdenes y encuentra la alegría dueña del lugar, todos festejan, todos se felicitan mutuamente, todos cuentan sus hazañas (quizá sensiblemente exageradas) y todos miran con ojos gigantes su nueva y grandiosa conquista.
Este día les pertenece a ellos, a los pocos, a los débiles. “Hasta que el sol se vuelva negro, y caiga del cielo como una fruta podrida”
Se une a ellos en inmensa alegría y ahoga las penas en un jarro de cerveza casera que le sirve la enana, ella no está festejando mucho, con el mapa desplegado planea futuras conquistas y cacerías, digna heredera de las tradiciones de su raza, inagotable y enérgica.
Brindan por la gloria recién obtenida sin muchas palabras y sonríen ante el clamor de la tropa. Este es su día, esta es su fortaleza, esta es su familia. Hoy, el mundo se rinde a sus pies, hoy los Dioses los miran.
Y con una carcajada y un nuevo brindis, olvidan el dolor de las heridas, olvidan el cansancio, y se unen a la alegría del clan.
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